Porque siempre fue una niña poco sociable, esa que siempre jugaba sola, si alguien no se acercaba a ella, ella no se iba a acercar a nadie...
Siempre fue una niña con un sonrisa en la cara e intentaba disimular el dolor que tenía dentro de no ser como las demás niñas...
Un día estaba sentada en un banco de aquel patio del colegio y veia a un grupo de niñas entre 8 y 9 años -ojalá tuviera mi grupito- pensaba la niña en voz alta. Lo cierto es que ella se veía diferente porque todas las niñas eran guapísimas, y todos los compañeros se fijaban en aquel grupito de tres, una de ellas era lo más de lo más por venir de Reino Unido y ser la típica guiri rubia con ojos azules que sacaba notazas. Odiosa. Definitivamente.
Pues a esa niña siempre la tachaban de rarita, por llevar gafas, ser más bajita de lo normal, y que nada se le diera en especial bien.
En casa tenía un hermano que lo hacía todo bien, deportes, estudios, belleza. Lo tenia todo el jodio'. Claro está que esto no ayudaba a la autoestima de esa niña...
Pasaron los años, creció, consiguió tener amigos escasos pero los tenía. En su familia todo era muy complicado, nada más que había rivalidades entre unos y otros, y como no favoritismos y esa niña siempre era la oveja negra, por ser de donde venía, por el padre que tenía, entre muchas cosas más.
Entre las rivalidades de los mayores, le salpicó y no sólo eso sino que sufría por ello.
Cuando tuvo la edad suficiente se alejo de aquel sufrimiento, pero aún así el sufrimiento y los problemas le persiguieron de por vida
lunes, 11 de abril de 2016
La semilla da sus frutos
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